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Feliz Y Duro

CYRANO.
¿Qué es un beso, al fin y al cabo, sino un juramento hecho poco más cerca, una promesa más precisa, una confesión que necesita confirmarse, la culminación del amor, un secreto que tiene la boca por oído, un instante infinito que provoca un zumbido de abeja, una comunión con gusto a flor, una forma de respirar por un momento el corazón del otro y de gustar, por medio de los labios, el alma del amado?

ROSANA.
¡Callaos!
CYRANO.
Señora. un beso es tan noble, que incluso la misma reina de Francia, le ha permitido tomar uno al más feliz de los lores ingleses.
ROSANA.
Siendo así...
CYRANO. (Exaltado.)
¡Cual otro Buckingham que sufre en silencio, adoro en vos la reina que sois! Como él, estoy triste...
ROSANA.
¡Y como él, sois hermoso!
CYRANO. (A parte, con desengaño.)
¡Es verdad, hermoso!... ¡Ya no me acordaba!
ROSANA.
¡Subid a recoger esta flor sin igual!
CYRANO. (Empujando a Cristián hacia el balcón.) ¡Sube!
ROSANA.
¡Ese gusto del corazón!...
CYRANO.
¡Sube!
ROSANA.
¡Ese zumbido de abeja!...
CYRANO.
¡Sube!
CRISTIÁN. (Dudando.)
Es que... ¡me parece que esto está mal!
ROSANA.
¡Este instante infinito!... CYRANO. (Empujándole.) ¡Sube ya, animal!

(Cristián se decide y por el banco, las ramas y los pilares, alcanza la balaustrada y se sienta en ella.)
CRISTIÁN.
¡Rosana!
(Lo abraza y se inclina sobre sus labios.)
CYRANO.
¡Ay!... ¡Qué punzada en el corazón! ¡Beso, festín de amor en el que a mí me toca el papel de Lázaro! ... De esa sombra me llega una de tus migajas. Sí, siento que mi corazón recibe algo, porque en esos labios a los que Rosana se entrega, está besando las palabras que yo he dicho hace un instante.

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